Empatía, el camino hacia la confianza

Los retos solo se pueden superar cuando hay confianza, y esto es algo que en el esquí es fundamental para progresar. Un alumno que no confía en su profesor difícilmente tendrá confianza suficiente en sí mismo, por lo que sus oportunidades de progresar disminuirán y muy posiblemente perderá su interés por este deporte.

Para que un profesor logre la confianza del alumno y que este acepte los retos que le proponen, igual que el dominio de la técnica, debe de hacer uso de lo que se conoce como inteligencia emocional.

En este artículo, en concreto nos centraremos en la empatía como herramienta para obtener una relación de confianza entre alumno y profesor.

Se define empatía como: Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro, pero ¿Cómo puede ayudarnos la empatía a obtener la confianza de nuestros alumnos? Pues bien, conocer el estado de ánimo de nuestro alumno, su disposición a aprender, sus temores y confianzas, nos ayudarán a plantearles las tareas adecuadamente, motivándoles hacia la consecución de las metas y generando en ellos la seguridad necesaria para superar los obstáculos.

No es fácil escudriñar en la mente de otras personas para averiguar lo que sienten o como se encuentran, solo poniéndonos en su lugar podremos hacernos una idea, y para ello hay que entrenar y prepararse, igual que hacemos con la técnica de esquí.

Algunas personas tienen facilidad para identificar y comprender esos sentimientos y estados de ánimo (enfatizar), otras no la tienen, pero lo que debemos saber es que esta habilidad puede entrenarse y desarrollarse, como cualquier otra habilidad destreza.

Como profesores de esquí, desde el primer contacto con nuestros alumnos, mientras mantenemos un dialogo con ellos, deberemos prestar toda nuestra atención sobre lo que nos están diciendo y como nos lo están contando. No se trata de telepatía, basta con analizar sus gestos, su mirada, su postura, incluso la forma en que visten, y establecer un dialogo de “igual a igual” para tratar de descubrir en todo ello como se sienten internamente, no como quieren hacernos ver que se sienten.

Si logramos ponernos en su lugar, entenderlos y sentir sus preocupaciones, tendremos la posibilidad de ofrecerles alternativas para superar sus temores, controlar sus expectativas y conseguir que confíen en nosotros, como profesores, con el objetivo de que se involucren y logren las metas marcadas.

Un ejemplo de esto podemos encontrarlo cuando un principiante se enfrenta por primera vez al reto de subir a un remonte. Este acto tan sencillo para nosotros puede parecer algo terrible para él. Observar al alumno en la cola, ver si se retrasa, si mira para otro lado, no habla o, por el contrario hace demasiadas preguntas, nos dará las pistas para adivinar como se siente en ese momento. No basta con decir “es muy fácil”, “no pasa nada”, “mira como lo hacen los demás”… Hay que entablar un dialogo y, observando su comportamiento, obtener las palabras y gestos adecuados que le inviten a superar sus temores y enfrentar el nuevo reto con confianza y optimismo. No hay que olvidar que el modo en que enfrenten ese primer reto definirá su actitud para el resto de la jornada y, muy probablemente, marcará para siempre su interés y percepción de este deporte.

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